sábado, 19 de diciembre de 2009

Regreso a Clases

Mis hermanas me levantaron muy temprano, porque era el cumpleaños de mi mama. Le habíamos pedido a escondidas, que le traigan un desayuno. Siempre le gusto que se lo lleven a la cama. Pero eso era casi imposible. Si no se levantaba ella primero, y nos despertaba a nosotras, nunca nos levantaríamos. Esta vez Florencia había puesto el despertador, – nunca nos levantábamos, siempre lo ponía innecesariamente, ni ella se levantaba cada vez que sonaba – y encima fue la anteúltima en levantarse. Porque la última había sido yo.
Nos pusimos todos frente a la habitación de mi mama. Le tocamos la puerta, y nos quedamos callados.
- ¿Qué pasa?
Nadie contesto a su pregunta. Teníamos que esperar a que ella abra la puerta, gritarle un muy feliz cumpleaños, cantárselo, y luego le daríamos el desayuno.
Volvimos a tocar la puerta. Y nos quedamos callados de vuelta. Oímos como alguien se levantaba de la cama y se ponía algo.
Apenas abrió la puerta que todos tomamos aire al mismo tiempo.
- ¡¡Feliz cumple!! – le gritamos todos juntos
Al oír nuestras palabras, se puso a llorar. También esa era una de las características. Lloraba por todo.
Nos abrazo a todos juntos y la llevamos de la mano hasta la cocina, donde estaba el desayuno.
Habíamos agrandado la mesa, y habíamos puesto ocho platos de té, cada uno con sus respectivas tazas.
- Gracias – nos dijo y nos abrazo de vuelta.
Fue a levantar a papá, para que desayunáramos todos juntos. Tardo casi media hora, mientras lo esperábamos todos sentados en la cocina.
Con mi papa habíamos juntado plata para regalarle una camarita digital, porque la cámara antigua y profesional al mismo tiempo que teníamos, se nos había derretido en el auto cuando este se prendió fuego en el momento que nos íbamos de viaje a Las Grutas. Fue horrible ese viaje. No llegamos nunca. El auto se prendió a cien metros de Bahía Blanca.
Después de todo ese embrollo del cumpleaños, el día fue lo más normal. Tuve que ir a la pizzería y encima no paso nada. Solo se trabajaron diez pedidos.
Apenas llegue a mi casa, que me fui directo a la cama y me dormí. Mañana tenía el cumpleaños de Gloria y me tenía que levantar temprano. Solo éramos cuatro las que íbamos. Taty, Anto, Belu y yo.

Sentí como alguien me sacudía. Debían de ser las once de la mañana. Abrí los ojos muy suavemente y ci como el sol iluminaba la mayoría de la habitación. Odiaba tanto la luz, que volví a cerrar los ojos
- Lucía levántate – me grito mi mama desde la cocina.
Me levante y me fui directo al baño.
- Ma ¿me puedo ir a bañar? – le pregunte casi gritando.
- Sí, anda el agua esta caliente.
El baño fue placentero, pero no mucho. Hoy tenia que ir al cumple de Loli, y después a la pizzería de vuelta. ¿Es qué esta rutina no se iba a acabar nunca? La respuesta era muy obvia. No se iba a acabar jamás, tendría que ir todos los días de las vacaciones y cuando comiencen las clases solo los fines de semana tendrían que ir. Para no ir tenía que pedir permiso y si me lo concedían era un milagro, porque la mayoría de las veces que quería salir eran los fines de semana.
¿Quién en vacaciones tiene que trabajar todos los días? ¿Quién llega todos los santos días de las vacaciones a su casa a la una de la madrugada?
Salí de la ducha y el viento que entraba por la ventana me hizo tiritar de frío. Hacia calor, pero soy todo a la inversa, cuando hace frío tengo un poco de calor y cuando hace calor tengo a veces un poco de frío.
Me dirigí a mi habitación y me puse un short violeta y una remera amarilla. Tome el bolso que había preparado anoche y fui directo a la cocina, donde estaba Claudio y mi mamá tomando mate como desayuno.
- Hola mamá, hola papá –les dije dirigiéndome hacia la silla.
Me senté en mi lugar y me puse a tomar jugo de manzana, no-tenia gana de desayunar yogurt con cereales. Ahora ya estaba lista para ir al cumpleaños, pero tenia un pequeño problema. Recién iba salir de la casa cuando a mi papá se le ocurriera cambiarse y después llevarme entes de ir a algún otro lado.
Por suerte pasaron cinco minutos –desde que llegue a la cocina –y se decidió cambiar.
Mi papá cada vez que alguno de sus hijos tenia que salir, siempre ponía una excusa, nunca decía “salimos así llegas temprano”. La excusa de hoy era que le tenía que enseñar a Ezequiel a conducir por la ruta. La mayoría de las excusas eran verdaderas, pero si no llegaba a haber ninguna, salíamos de la casa con la hora justa –significa cinco minutos antes –eso me ponía furiosa, porque cada vez que él tenia que salir, mas o menos una hora antes partíamos y encima después llegaba tarde al lugar que tenia que ir.
Cuando estábamos solos mi papá y yo en el auto, no me sentía muy bien. No hablábamos mucho, mi papá andaba en su mundo y yo en el mío. Había muchas diferencias entre mi papá y yo, algunas eran las comunes –le de un adolescente –, un ejemplo era que él escuchaba la radio AM y yo la FM, pero algo que si se podía notar y que no es muy común que mi papá es muy orgulloso y vanidoso, él jamás va a aceptar que se equivoco siempre va a culpar a los demás.
Cuando mi papá hablaba por teléfono, varias veces le tenias que recordar las cosas y en este día ocurrió. Le tuve que avisar que se había pasado de la casa de Loli. Así que dio media vuelta y volvió por el camino que ya había pasado.
Al llegar a la casa de Loli, vi que las chicas me esperaban afuera. Apenas puse un pie en el pasto que me pare en seco, me estaba olvidando de algo. Di media vuelta y le di un beso en la mejilla a mi papá. No me gustaba hacerlo, pero si no lo hubiera hecho se habría enfadado y me prohibiría las salidas.
Nos fuimos con las chicas para adentro de la casa y ahí empecé a saludar a la mamá y a la abuela de Loli.
Estuvimos jugando al volleyball y después estuvimos un buen rato en la pileta haciendo nada. Hablamos de lo que hicimos durante el tiempo que no nos vimos. Así me di cuenta que la mayoría de los cumpleaños a los que había ido realmente no estaban invitadas. Después hablamos de las fiestas de quinces que íbamos a tener este año y como se preparaban.
Tati estaba nerviosa faltaban solo seis meses para su fiesta, Anto no tanto, ella estaba mucho más suelta.
Como a las siete de la tarde mi mama me vino a buscar y me tuve que ir para la pizzería. Como no me había secado por completo y me había puesto la ropa encima de la malla, que cuando llegue a la pizzería tenia tenía el pantalón mojado en la parte trasera.
Ni bien llegue, baje del auto, deje mis cosas dentro de la pizzería y luego me fui directo al kiosco. Cuando ya estaba cerca de la puerta tuve que tocar timbre para que me abrieran, me compre unas obleas, un alfajor y unas cuantas gomitas de colores.
Era muy golosa, cada vez que iba me compraba muchísimas cosas ricas. Ya había hablado con Ezequiel sobre el tema cuando tuve el problema de la depresión. Mi autoestima a veces era alta o a veces era baja. Pero realmente no me importaba lo que me dijeran los demás.
Volví a entrar en la pizzería y recién ahí comencé a saludar, primero salude a Ramiro, luego a Chani y por ultimo a Andrés. Ezequiel no estaba porque había dejado de trabajar en la pizzería, se había ido a trabajar a la fábrica de mi papá.
Este día si hubo mucho trabajo, el horno no daba abasto y por eso tenia un montón de pedidos de empanadas atorados. Andrés no me permitía llevarles las bandejas y como no me dejaba las bandejas las tenia que tener en el cuartito de atrás donde yo trabajaba y como cada vez iban entrando mas pedidos eran cada vez más los atorados. Y para todo esto mi hermana a los clientes les daba una demora mínima y por esa razón me apuraba a hacer los pedidos.

El trabajo se calmo llegando un poco a la medianoche, pero seguían entrando pedidos de varias docenas de empanadas. Ya cuando se hicieron las once y media de la noche me pude sentar un ratito. Estaba agotada, había ido y vuelta varias veces, ya estaba harta de ese recorrido.
En ese momento Ramiro pasaba por ahí, y se quedo parado mirándome.
- Podrías ir guardando ¿No? –me pregunto –ya que no estas haciendo nada y así nos podríamos ir mas temprano
- Mira, vos no me vas a decir lo que tengo que hacer. Y por que no lo haces vos yo no me quiero ir, en cambio vos si. –mentí en la ultima parte.
A veces lo odiaba y a veces lo amaba, era muy lindo y usaba un perfume irresistible, me quería ir ya. Siempre a veces con su humor me ponía mal el día.
Cuando nos fuimos de la pizzería llevamos a Chani a la casa y mi papá fue a su fabrica a apagar o encender el refrigerador, luego de la un viaje de media hora mirando hacia la nada, llegue a mi casa. Luego de saludar a mi mamá fui directo a la cocina y me senté en mi silla y no me moví de ahí hasta que tuve ganas de ver una película. Así me quede hasta las cinco de la mañana viendo Dr. House.
La luz me molestaba, aunque tenía los ojos cerrados, se notaba.
El cumpleaños de Loli había pasado, ahora el día de mañana vendría el de Maru, pero primero tenia que vivir el día de hoy. Cada día que pasaba tenia que vivir con dificultades, siempre mi papa tenia que enfrentarse; y así paso.

martes, 8 de diciembre de 2009

Vida Humana

Era un día espléndido, mi mamá preparaba las cosas para ir a la casa de mi tío, y pasar juntos un nuevo año. Hacia un calor sofocante en La Plata. Gracias a Dios, mi papá manejaba rápido y no teníamos que estar dos horas sentados en el auto hasta que lleguemos a capital, y encima lo peor del viaje no era que teníamos que estar sentados sino, que teníamos que aguantar a Jazmín y a Claudio peleándose o a Rocío llorando por que los enanos le habían pegado. Eso si que era insoportable.
En el auto siempre nos sentábamos del mismo modo, detrás de mí se sentaba Rocío, porque si se ponía en el medio terminaba golpeada de todos lados, por eso se sentaba en la ventanilla derecha; al lado mío se sentaba Sophie y atrás de esta Jazmín, al lado de Sophie se sentaba Florencia y atrás mi único hermano Claudio, chico insoportable y marión, ¡quien lo crió! Dios mío.
Seguro me había dormido por que me di cuenta que en un abrir y cerrar de ojos no podías estar en un lugar que te llevaba casi dos horas llegar. Abrí la puerta lentamente mientras que Sophie me empujaba para que bajara más deprisa
- Dale Lucía, no tengo todo el día para que vos bajes como una tortuga – me dijo Sophie.
Era mi hermana mayor, no era muy igual a mí, era más delgada y más baja que yo, siempre me acuerdo que una vez cuando fui a hockey me preguntaron si éramos mellizas. Dios, ¡qué horror! Ella era muy estudiosa a comparación mía, ya que yo era una chica no tan estudiosa, en octavo año no me había llevado nada, pero en séptimo año si me lleve y mi papá me quería matar. Siempre me pregunte ¿por qué mi papá se podía llevar trece materias y yo que apenas me llevaba dos ya estaba en la lista negra? Pero nunca obtuve respuestas. Sophie era mi mejor amiga, siempre le contaba todo. Mis problemas, los chicos que me gustaban. Todo.
- Para. No ves que estoy dormida todavía -. Y me quedé quieta ahí, sentada en el auto bloqueándole la salida – Ahora vas a tener que esperar nena. Jaja.
- Lucía deja salir a tu hermana, – me reto mi mamá-. Y vení para acá a ayudarme con las cosas. Muévete
Mi mama los días que se acercaba alguna fiesta se ponía como loca, mejor dicho insoportable, la mandaba tantas veces a “pasear” y le decía tantas blasfemias, pero en si era buena, se parecía mucho a mí físicamente, porque en la actitud me parezco a mi papá. Mi mamá era una morocha teñida de rubio, no me gusta mucho como le queda, pero bueno no podía hacer nada. Siempre hay una característica de ella, que siempre que estábamos en una fiesta los problemas los hacia ella y vos como hija te querías meter diez metros bajo tierra. Eso odiaba de ella.
- Si en un año voy – le conteste en voz muy baja para que no me oyera.
Aunque en realidad fui para donde estaba mi mamá y le ayude a bajar las cosas del baúl del auto. Siempre decía cosas que no quería hacer, pero las terminaba haciendo, o porque me amenazaban con algo o porque me ganaría un reto muy fuerte sino lo hacía. Lo primero que baje eran las sidras que seguro íbamos a tomar a la noche, me dirigí al interior de la casa y en el camino me encontré con mi tía.
- Hola tía ¿Cómo estas? Tanto tiempo sin verte. – le dije, re entusiasmada porque era la tía que veía menos y que más me gustaba.
- Bien preciosa. Vení que te enseño el camino a la cocina y dejas las botellas en ella. Y después me contás como anda todo por allá.
Me guió hasta la cocina y ahí me encontré con mucha más gente, algunas ni las conocía pero como soy tan educada, salude a todos. Ahí vi a mi tío y a mi tía, bue mejor dicho tía postiza o algo parecido por que mi tío se había casado con ella, y esta ya tenia hijos; mucho de los hijos no me acordaba, era tan chica cuando fui a ese casamiento. Pero cuando lo vi.
Era el hijo mayor de Leila, se llamaba Rodrigo, tenia una piel bronceada – seguro por el sol – y era de pelo castaño oscuro, sus ojos eran de un color marrón verdoso, ya lo había conocido pero no creo que lo recordará tan bonito, era más que hermoso, entonces me pregunte – ¿qué pasa si trato de acercarme a él? ¿Tendrá novia? Deje de hacerme esas preguntas y fui a encararlo, mejor dicho a saludarlo, no me animaba a preguntarle todas las cosas que me había preguntado a mi misma, sino quedaría re obvia. Fui a saludarlo y me dedico una sonrisa, casi me muero, el corazón me latió tan rápido, que en un momento se me paro y me asustó. Nunca me había pasado eso. Salude a toda la gente que había en la casa y me fui a la cocina de vuelta, tenía tanta vergüenza de que me vea Rodrigo, aunque yo anhelaba verle de vuelta. Ahí me encontré con el hermano y la hermana de Rodrigo, Joaquín y Lucía.
- Hola – le dije a Joaquín
- Hola – me contesto casi con la misma sonrisa.
Era un chico mucho mas bajo que yo y de pelo rubio iba vestido de un short de jeans y una musculosa roja, que le quedaba muy bien. Se me acerco, me dio un beso en la mejilla, y me empecé a reí como una tonta. Joaquín me miró sorprendido y confundido.
- ¿Por qué te reís? ¿Qué hice? – me pregunto confundido por mi risa
- No por nada. Es una cosa que vi – le dije.
No le podía decir que era porque el se había puesto de puntillas para saludarme. Si que soy mala.
– no pongas esa cara por favor que me muero de risa. – Aunque ya me estaba riendo – ¿Alguna vez te viste la cara cuando haces eso? – le pregunte, aun riéndome por su expresión.
Me miro muy enfadado y se dio media vuelta y se fue. Yo le seguí porque no quería que se enfadara conmigo; yo con él tenía la oportunidad de acercarme a su hermano, y poder ver lo hermoso que era, y sin pasar vergüenza, por supuesto. Y también podía hacer un amigo más. Le pedí disculpas por haberme reído de él, y por haberle hecho enojar. Me perdono.
Me pregunto si quería conocerla casa, y yo le dije que sí. Me estuvo enseñando y por cada puerta que pasábamos hacia un movimiento de la mano que causaba risa. Pero trataba de contenerla para que no me oyera y que no se enfadara conmigo de vuelta. Pasamos por la puerta del cuarto de Rodrigo y me sonroje, me miro sorprendido, pero no dijo nada, menos mal. Luego pasamos por la puerta de su cuarto y me pregunto si quería entrar, antes de que yo contestara, él abrió la puerta y me empujo hacia adentro.
Tenía una habitación enorme, las paredes eran de un color azul marino, había una sola ventana y debajo de esta había una cama, en el medio de la habitación había un escritorio grande, ya que había lugar para poner una computadora y un lugar vació para realizar cosa. Se sentó en la cama y me invito a sentarme, con un gesto que hizo con la mano. Me pareció que se me estaba yendo la mano en este asunto. Parecía que Joaquín se había encariñado mucho conmigo, se acercaba mucho a... no quería ni pensarlo, evite que mi mente vagara con ese asunto y pensé en Rodrigo.
Me estuvo enseñando muchísimas cosas, me contó que le gustaba tocar con su hermano – ya que tenían una banda-, también que le gustaba hacer deportes aunque el único deporte que hacia era el fútbol, muchas cosas que no le preste mucha atención. Pero en un momento la habitación se sumió en un silencio y me percate de que había dejado de hablar, lo mire y vi como me observaba, una mirada atrapante, firme pero encantadora al mismo tiempo, realmente acepte que me gustaba esa mirada, mucho más que la del hermano. Pero ¿por qué me miraba así? ¿Qué tenia mi cara?, Me atrapo la curiosidad. Se levanto y yo le seguí con la mirada, se puso delante de mí y se me acerco muy despacio, empecé a tener pánico porque realmente no sabia que era lo que iba a hacer, un giro tremendo había dado nuestra conversación, bueno su conversación, porque yo no acote nada. Se acercaba cada vez mas, los segundos que pasaron me parecieron una eternidad, no terminaba más de acercarse, aunque yo preferiría que no se acercara más y que mantuviera la distancia. Que seamos buenos amigos, no quería realmente explotarle su burbuja, pero se había ilusionado para mal. Para cuando volví a la realidad, él estaba más cerca de lo esperado, pero seguía quieta, no me movía, algo no me lo permitía y no sabía por que me pasaba esto.
De pronto alguien entró en la habitación y Joaquín se irguió rápidamente y yo mire hacia la puerta para ver quien había entrado.
Era él, con su mirada suave y su sonrisa que me encantaba.
Nos miro a los dos sorprendido de que estuviéramos en un lugar solos, con las cortinas bajas, y todo cerrado, como para que nadie viera lo que íbamos a hacer, que realmente no íbamos hacer nada solo habíamos ido para hablar y por que justo Joaquín me estaba enseñando la casa y llegamos a su habitación y entramos.
- Eh... – dijo Rodrigo – creo que llegue en un mal momento ¿no? – estaba por cerrar la puerta...
- No – le grite. Se dio vuelta para mirarme. Sostuvo la mirada unos segundos que para mí fueron eternos, su mirada era tierna y me atrapo bastante, pero luego miro a su hermano. Sin decir nada se fue y cerró la puerta. Todavía seguía mirando la puerta cerrada pero sentía como Joaquín me clavaba los ojos. Tome aire y me di vuelta para encararlo
- ¿Qué té pasa? – le pregunte enojada
- Nada – me contesto enojado también.
- Bueno si no-pasa nada vamos nos de acá por favor – le ataje.
Me levante de la cama, me dirigí a la puerta y la abrí de un tirón, pero algo me detuvo. No sabia lo que era, por ahí me hubiera enganchado con la puerta, pero de pronto sentí un apretón en el brazo y me di cuenta de que era eso lo que me retenía. Me di la vuelta para gritarle que me soltará, pero cuando lo hice, tenia la cabeza gacha, sus ojos no me miraban esta vez, solo miraban al suelo. Se me fue toda la ira que tenia, ya que no podía enojarme con aquel rostro que me encantaba – es como un bebe cuando esta triste por que no le diste algo que quería-, bueno en realidad no me encantaba. Pero era tan lindo, hubiera deseado que fuera mi hermano, aunque ya tenia uno, pero quería uno más grande que Claudio.

Estuvimos jugando en la pileta con los chicos, después Rodrigo nos enseño su habitación, y tenia una guitarra eléctrica, toco unas canciones y después nos fuimos a la pileta de nuevo, hacia tantas estupideces cuando estaba con ellos, pero realmente eran estupideces buenas para mi edad. Hicimos una lucha de bombitas de agua, y también agarramos jeringas, las llenábamos de agua y hacíamos guerras. El día terminó rápido, la pase tan bien que no me di cuenta la hora que era cuando nos llamaron para cenar. Se acercaba el nuevo año. Eran las diez y media cuando nos llamaron. Terminamos rápido de cenar – o eso creí yo – y vino el postre, había de todo, parecía la mesa dulce de una fiesta de quince.
Mi tío vino corriendo gritando feliz año, nadie se había dado cuenta que ya habían empezado a tirar los fuegos artificiales. Nos fuimos corriendo a una zona sin árboles para poder tirar bien los fuegos artificiales. Había comprado de todo. Con los chicos hicimos una torre de fosforitos, que exploto tan fuerte que me tuve que tapar los oídos. Mi papá tiraba la metralleta desde la mano y eso me daba miedo, nunca en la vida había tocado un fuego artificial. Después de todos los fuegos artificiales, pusieron música de la época de mis padres, pero a mí me gustaba mucho, bailamos con mi tía y estuvo fabuloso.
Como a las cinco y media de la mañana nos fuimos para mi casa, creo que me dormí en el viaje por que en una abrir y cerrar de ojos no se puede llegar a un lugar tan lejano. Baje del auto dando tumbos, me tropecé con no sé que, lo único que sé, es que mi dedo meñique quedo hecho añicos. Llegue a mi cama, cerré los ojos y me dormí.

La primera semana del nuevo año paso muy rápido, pero muy divertida. Mi mama se puso insoportable y encima la tuve que aguantarla también en la pizzería. Ya que Andrés se había tomado unas vacaciones. Andrés era un chico amable y muy divertido. De vez en cuando nos bromeábamos o tirábamos a uno a bajo, con los comentarios que hacíamos, pero en si nos llevábamos bien. Pensándolo bien nunca me había enojado con él, en cambio con Ramiro o Ezequiel sí. Los que estuvieron en la pizzería fueron Ezequiel y Ramiro. Para mi Ezequiel era un buen amigo, siempre estaba para escucharme, mientras que otros que yo creía que me escuchaban nunca estaban o no sabían nada de lo que había dicho cuando terminaba de hablar.
Después de todos venia Ramiro. Es un chico que le gusta ridiculizar a los demás, pero no te metas con él después porque se enoja o te trata mal. No era un chico malo, pero no lo tenías que molestar en sus días. A mí me gusta, tiene todo lo que yo pido. Facha, es hermoso y unas cuantas cosas más. En algunos aspectos podías contar con él, pero en otros ni le hables. Me volvía loca cada vez que lo miraba, a veces me preguntaba que era lo que quería de mí. Y hoy me pregunto ¿Qué es lo que quiere hacer? Ya le había dicho que gustaba de él. Se me da mal cuando miento, no le podía mentir cuando me pregunto de quien gustaba, me estaba mirando a los ojos y no podía mentirle.
Él no hizo nada al respecto, pero yo seguía embobada por lo lindo que era. Sabia que él tenía novia, pero este la cuerneaba, así que una más no es nada ¿no?
En la semana me vi con mis amigas en el cumpleaños de Belén, paso re tranquilo todo, no quería que vuelvan las clases, pero realmente las extrañaba, es realmente raro, porque cuando estas en clases queres que se terminen, pero cuando estas en vacaciones queres que haya clases para poder ver a tus amigas, aunque queres que sean clases sin lección. El 15 de enero tuve el cumpleaños de flor que era con pileta en universitario, y la pasamos bomba. Viendo chicos por todos lados, con lo babosas que son mis amigas y me incluyo. Al día siguiente fui a visitar a mi abuelo que cumplía años, y me quede hasta muy tarde en su casa. Ese día safe de ir a la pizzería. También me vi el 21 con los Scout en la casa de los Gómez, ya que tenía muchas ganas de verlos y a parte era el cumpleaños de Ale, aunque, a ellos los había visto en la noche de navidad.
No hace tanto que estaba con ellos pero lo único que se es que son re buenas personas, y que siempre estaban. A parte estaban mis primos Juan Martín, Laura y Alejandro que con ellos me llevaba re bien. Conocí a Ayi, que era mi dirigente junto con Lau. Conocí a los chicos más fabulosos, realmente hay que ser afortunada al tener unos amigos tan buenos como ellos. Somos tantos que ya siempre perdemos la cuenta de cuantos somos. Mi papá dice que es un grupo realmente fuerte y de una gran variedad de edades, aunque en eso tiene razón, yo soy la más chiquita del grupo y él más grande tiene veinticuatro. Si que hay diferencia.

No-tenia gana de levantarme, prefería quedarme en la cama y leer un poco, cosa rara en mí. Mis libros favoritos eran los de Stephenie Meyer, apenas empecé el libro y vino mi hermano a jugar, hacia tanto ruido como para que me concentrara bien en la lectura, que casi le tiro un zapato para que se callara, odiaba que cante.
Para leer un libro soy media lerda pero lo que más me gusta de ser lerda es que lo disfruto, siempre le digo a Sophie que ella no disfruta los libros, sino que se los come.
No sabia que hora era, hasta que vino mi hermana y me pregunto si iba a la pizzería, le dije que sí y que ahora me cambiaba. Para mí estaba deprimida pero se ve que mi subconsciente no lo quería aceptar. Me puse lo primero que encontré y me fui a la pizzería. Cuando ya estaba en el auto me senté en mi lugar de siempre y empecé a pensar en mis amigos, tenia varios problemas con ellos, aunque eran re buenos. Sentía que siempre me dejaban de lado, en los cumpleaños que había tenido, mi mejor amiga me dejaba por otra, pero yo como siempre me guardo todo, que buena chica que soy ¿no? Yo siempre pongo la oreja pero nadie la pone por mí, que lindo es vivir así la vida.
Cuando llegue a la pizzería estaba Ezequiel, Andrés y Ramiro.
Baje del auto amargada por lo que acababa de pensar de los amigos, pero no me importo y seguí adelante. Salude a todos y me fui al cuartito de atrás a matar las penas. Me sentía fatal, no quería estar ahí.
- Me quiero ir – grite en mi fuero interno.
Tenía mi cuaderno en la mochila que había traído. Lo saque, lo abrí en una pagina en blanco y empecé a escribir muchas cosas feas de mí. No quiero vivir más. No tengo amigos que ponen la oreja por mí, y yo como una estúpida siempre estoy ahí escuchando a todo el mundo.
- ¿Por qué a mí? ¿Por qué? ¿Por qué? – me preguntaba – ¿Qué hice para merecer esto? ¿¡Qué?!
Los ojos se me humedecieron y me di cuenta de que estaba a punto de llorar. No, no me podía permitir eso, tenia que ser fuerte y aguantar todas esas cosas que me arrastraban al sufrimiento. Cerré el cuaderno y lo deje. Salí del cuarto y me fui para afuera a tomar un poco de aire. Y me senté en el suelo.
No sabia ya en que pensar.
Si mis amigos eran verdaderamente mis amigos, o solo eran palabras. Si los te quiero eran reales o también eran simples palabras, hoy realmente era mi peor día. No me di cuenta que estaba llorando hasta que Ezequiel vino y me pregunto porque estaba llorando.
No quería contestarle, no quería contarle mis temores y mis suposiciones sobre los amigos. Pero lo tenía que hacer, necesitaba desahogarme con alguien, y ese era el momento.
- No estoy llorando – mentí
- Si vos crees que me voy a tragar ese cuento, estas muy equivocada – me contesto.
Levante la vista para mirarle, y él me estaba viendo con una marca de tristeza en los ojos. ¿Estaba triste por que yo estaba llorando?
- Lu podes contarme cualquier cosa, para eso están los amigos – me dijo nuevamente, hizo una pausa, como para que yo contestara algo, pero al ver que yo seguí callada y que no quería hablar. Él me imito.
Se sentó al lado mío y espero callado a que yo dijera algo, pero no lo hice. Me empezaba a agradar el silencio que había entre nosotros dos. No lo quería romper, pero tampoco podía seguir estando callada y guardarme todo el rencor, eso era malo para mí, porque me sumo en el dolor y el dolor me consume. El silencio ya no me gustaba, así que decidí romperlo, ya que Ezequiel no estaba dispuesto hacerlo.
- No me siento bien – empecé diciendo, hice una pausa para que dijera algo, pero no lo hizo y proseguí-. Tengo problemas con mis amigos y estoy molesta por lo que soy.
- Y ¿qué sos? – me pregunto
- Una chica estúpida, fea que nadie la toma en serio, porque soy chica, por que tengo unos kilos de más, porque soy la única que siempre escucha a todos pero nadie me escucha a mí. – y empecé a llorar con más fuerza.
- Mira. –levanto un dedo señalando hacia arriba, eso hacia la gente cuando quería explicar las cosas que estaban mal – Primero de todo, no sos una chica fea, sos muy linda; segundo si tenés unos kilos de más, vos los podes bajar si te lo propones y los bajas de un saque. De que sos chica no te puedo decir nada, porque yo no puedo cambiar tu edad. – me advirtió-. Y ahora deja de pensar esas cosas de los amigos, porque ellos están siempre aunque no lo creas.
- Bueno pero no parece. Porque cuando los más necesito nunca están. – le dije aun llorando.
Justo Ezequiel, tenía que llevar un pedido y se fue dejándome sola otra vez. Me había dicho que me quede fuera que quería seguir hablando, al ver que entraba en la pizzería. Le dije que iba a buscar una campera porque tenia frió, y era cierto. Él se fue, y yo entre a buscar mi campera. La había dejado en el cuartito de atrás y la fui a buscar. Pero cuando entre me encontré con algo que nunca había esperado encontrarme. ¿O sí? Estaban mi hermana y Ramiro besándose. Los mire aun con las lagrimas en los ojos y seguí de largo como si nadie estuviera en el cuartito. Tome mi campera y les dije que no me importaba lo que hacían y también le dije que hagan lo que quieran. Salí del cuartito llorando con más fuerza.
¡No lo puedo creer! Mi hermana esta con Ramiro. Yo lo sabia, yo lo sabia, me repetí varias veces.
Hable otra vez con Ezequiel y no le conté nada de lo de mi hermana y Ramiro. Me lo trague. El dolor me estaba matando. Terminamos temprano de trabajar y nos fuimos. Cuando llegue a mi casa no comí y me fui a dormir.
Trataba con todas mis fuerzas de que las imágenes que había visto esta tarde no se me grabaran en la mente, pero todo fue en vano. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes de ellos dos volvían y me lastimaban. ¿Cómo me podía hacer esto mi hermana? ¿Qué pasaba con Darío? ¿Alguien lo sabia? Me repetí varis veces las mismas preguntas, pero no conseguía ninguna respuesta. Eran como las cuatro de la mañana cuando conseguí conciliar el sueño.
Cuando desperté, no conseguía recordar muy bien lo que había hecho ayer, pero solo una cosa resaltaba en lo que había hecho. Las imágenes de ellos dos besándose. Trate por varias horas sacarme las imágenes de la cabeza, hasta que lo conseguí. Me quedaba muy poco de las vacaciones, entonces decidí hacer algo constructivo en el día.
Me dirigí hacia mi habitación y me eche en la cama y comencé a leer El misterio del cuarto amarillo, era un libro policial que había tenido que dar en la mesa de Lengua el año pasado, en febrero. Me gustaban las novelas policiales, pero tampoco descartaba las novelas románticas. Esas me fascinaban. Fue lo único que hice en el día. Le pedí permiso a mi papá para no ir a la pizzería y acepto. Así que toda la tarde estuve leyendo hasta que sin darme cuanta me dormí.
Me di cuenta de eso porque abrí los ojos en un lugar muy distinto a mi casa. Sabia que estaba soñando y que iba a ser un sueño muy malo por la apariencia que daba el lugar donde estaba. Era un lugar frió y muy oscuro, solo había una pequeña luz en la lejanía que no podría decir a cuantos metros estaba de mí. Pero sé que era a unos cuantos.
Empecé a caminar hacia la luz ya que no sabía a que me conduciría el sueño. Había dado apenas diez pasos, que la única luz que alumbraba, se había apagado. Eso me dejo en medio de la negrura y sin ver nada, de nada. Seguí caminando hacia la dirección de la luz ahora pagada, pero al primer paso que di, me caí al suelo. Iba a dar el tercer paso cuando todo se ilumino de repente y me cegó, ya me había acostumbrado a la negrura. La luz cada vez se acercaba más y más. Iba tan rápido que no sabia que era. Lo único que podía decir era que la luz tenía principio y fin. Se acercaban cada vez más y no sabía que era. El pánico que no había tenido por la oscuridad, estaba llegando y hacia efecto en mi cuerpo. Las piernas me empezaron a temblar de una forma muy fuerte y me hizo caer al suelo y quedar de rodillas. Seguía viendo la luz, aunque los ojos los tenía entre abiertos, porque me cegaba.
Estaba a diez pasos la luz de mí, pero vi algo que me llamo la atención y puse los ojos como platos. Había siete personas frente a mí. Eran todos muy pálidos y tenias los ojos de un flameante color rojo pasión y eso demostraba un hambre feroz.
Me desperté sobresaltada. No había sido tan malo el sueño, solo que un poco para aterrarse, la cama estaba totalmente desecha. Eso significaba que me había movido mucho. También las sabanas estaban mojadas, y me las saque de encima. Me levante y puse el ventilador en dirección mía. No arregle la cama, y me volví a dormir.

Mi madre me despertó para ir a fuera, ya que era la una de la tarde.
Me levanté de la cama y me cambié, me puse mi short favorito y tomé una remera que encontré en mi cajón. Para mí era muy temprano levantarme a la una de la tarde, pero me levantaban a esa hora. Cuando salí fuera de la casa, era un día hermoso, el cielo estaba despejado y casi no había viento, pero hacia demasiado calor.
- Lucía vení para acá – me dijo mi mama cuando estaba desperezándome en la puerta de la casa.
Ya voy, espera que me calzo y voy – si... después de una hora voy me dije a mi misma.
Volví a entrar a la casa y me fui a mi cuarto, busque algo para ponerme en los pies, y encontré unas hojotas y me las puse.
Si salía afuera me esperaba un sol abrasador que no me lo bancaba mucho, y encima tenía que trabajar hasta las cuatro de la tarde en mi casa, ya que la estaban agrandando. Entonces, decidí no salir y tirarme otra vez en la cama. Cuando lo hice, tome el celular que estaba al lado de mi cama, le coloqué los auriculares y me puse a escuchar mis canciones favoritas, la del grupo Camila y la de los Jonas Brothers. Me esperaba un largo día, si salía. Cerré los ojos y casi me duermo, hasta que oí un grito muy fuerte que me sobresalto tanto, que me levante de golpe y me di la cabeza contra la cama de arriba.
Salí corriendo hacia fuera y me tropecé con un libro, caí al suelo y me rasguñe las rodillas. Me levante y seguí corriendo hacia fuera, cuando pase la puerta, vi como mis hermanos seguían jugando en el parque, con los baldes. Comprendí que el grito que había escuchado no era que pasaba algo malo, sino que cuando mis hermanos se tiraban con agua fría, pegaban el grito sofocante.
- ¡Esto es el colmo! – dije enojada.
Volví todo lo que había recorrido, y levante el libro con el que había tropezado. Y lo puse sobre el escritorio, después me dirigí hacia mi cama y volví a recostarme. Cerré los ojos para dormirme y lo hice muy rápidamente.