sábado, 19 de diciembre de 2009

Regreso a Clases

Mis hermanas me levantaron muy temprano, porque era el cumpleaños de mi mama. Le habíamos pedido a escondidas, que le traigan un desayuno. Siempre le gusto que se lo lleven a la cama. Pero eso era casi imposible. Si no se levantaba ella primero, y nos despertaba a nosotras, nunca nos levantaríamos. Esta vez Florencia había puesto el despertador, – nunca nos levantábamos, siempre lo ponía innecesariamente, ni ella se levantaba cada vez que sonaba – y encima fue la anteúltima en levantarse. Porque la última había sido yo.
Nos pusimos todos frente a la habitación de mi mama. Le tocamos la puerta, y nos quedamos callados.
- ¿Qué pasa?
Nadie contesto a su pregunta. Teníamos que esperar a que ella abra la puerta, gritarle un muy feliz cumpleaños, cantárselo, y luego le daríamos el desayuno.
Volvimos a tocar la puerta. Y nos quedamos callados de vuelta. Oímos como alguien se levantaba de la cama y se ponía algo.
Apenas abrió la puerta que todos tomamos aire al mismo tiempo.
- ¡¡Feliz cumple!! – le gritamos todos juntos
Al oír nuestras palabras, se puso a llorar. También esa era una de las características. Lloraba por todo.
Nos abrazo a todos juntos y la llevamos de la mano hasta la cocina, donde estaba el desayuno.
Habíamos agrandado la mesa, y habíamos puesto ocho platos de té, cada uno con sus respectivas tazas.
- Gracias – nos dijo y nos abrazo de vuelta.
Fue a levantar a papá, para que desayunáramos todos juntos. Tardo casi media hora, mientras lo esperábamos todos sentados en la cocina.
Con mi papa habíamos juntado plata para regalarle una camarita digital, porque la cámara antigua y profesional al mismo tiempo que teníamos, se nos había derretido en el auto cuando este se prendió fuego en el momento que nos íbamos de viaje a Las Grutas. Fue horrible ese viaje. No llegamos nunca. El auto se prendió a cien metros de Bahía Blanca.
Después de todo ese embrollo del cumpleaños, el día fue lo más normal. Tuve que ir a la pizzería y encima no paso nada. Solo se trabajaron diez pedidos.
Apenas llegue a mi casa, que me fui directo a la cama y me dormí. Mañana tenía el cumpleaños de Gloria y me tenía que levantar temprano. Solo éramos cuatro las que íbamos. Taty, Anto, Belu y yo.

Sentí como alguien me sacudía. Debían de ser las once de la mañana. Abrí los ojos muy suavemente y ci como el sol iluminaba la mayoría de la habitación. Odiaba tanto la luz, que volví a cerrar los ojos
- Lucía levántate – me grito mi mama desde la cocina.
Me levante y me fui directo al baño.
- Ma ¿me puedo ir a bañar? – le pregunte casi gritando.
- Sí, anda el agua esta caliente.
El baño fue placentero, pero no mucho. Hoy tenia que ir al cumple de Loli, y después a la pizzería de vuelta. ¿Es qué esta rutina no se iba a acabar nunca? La respuesta era muy obvia. No se iba a acabar jamás, tendría que ir todos los días de las vacaciones y cuando comiencen las clases solo los fines de semana tendrían que ir. Para no ir tenía que pedir permiso y si me lo concedían era un milagro, porque la mayoría de las veces que quería salir eran los fines de semana.
¿Quién en vacaciones tiene que trabajar todos los días? ¿Quién llega todos los santos días de las vacaciones a su casa a la una de la madrugada?
Salí de la ducha y el viento que entraba por la ventana me hizo tiritar de frío. Hacia calor, pero soy todo a la inversa, cuando hace frío tengo un poco de calor y cuando hace calor tengo a veces un poco de frío.
Me dirigí a mi habitación y me puse un short violeta y una remera amarilla. Tome el bolso que había preparado anoche y fui directo a la cocina, donde estaba Claudio y mi mamá tomando mate como desayuno.
- Hola mamá, hola papá –les dije dirigiéndome hacia la silla.
Me senté en mi lugar y me puse a tomar jugo de manzana, no-tenia gana de desayunar yogurt con cereales. Ahora ya estaba lista para ir al cumpleaños, pero tenia un pequeño problema. Recién iba salir de la casa cuando a mi papá se le ocurriera cambiarse y después llevarme entes de ir a algún otro lado.
Por suerte pasaron cinco minutos –desde que llegue a la cocina –y se decidió cambiar.
Mi papá cada vez que alguno de sus hijos tenia que salir, siempre ponía una excusa, nunca decía “salimos así llegas temprano”. La excusa de hoy era que le tenía que enseñar a Ezequiel a conducir por la ruta. La mayoría de las excusas eran verdaderas, pero si no llegaba a haber ninguna, salíamos de la casa con la hora justa –significa cinco minutos antes –eso me ponía furiosa, porque cada vez que él tenia que salir, mas o menos una hora antes partíamos y encima después llegaba tarde al lugar que tenia que ir.
Cuando estábamos solos mi papá y yo en el auto, no me sentía muy bien. No hablábamos mucho, mi papá andaba en su mundo y yo en el mío. Había muchas diferencias entre mi papá y yo, algunas eran las comunes –le de un adolescente –, un ejemplo era que él escuchaba la radio AM y yo la FM, pero algo que si se podía notar y que no es muy común que mi papá es muy orgulloso y vanidoso, él jamás va a aceptar que se equivoco siempre va a culpar a los demás.
Cuando mi papá hablaba por teléfono, varias veces le tenias que recordar las cosas y en este día ocurrió. Le tuve que avisar que se había pasado de la casa de Loli. Así que dio media vuelta y volvió por el camino que ya había pasado.
Al llegar a la casa de Loli, vi que las chicas me esperaban afuera. Apenas puse un pie en el pasto que me pare en seco, me estaba olvidando de algo. Di media vuelta y le di un beso en la mejilla a mi papá. No me gustaba hacerlo, pero si no lo hubiera hecho se habría enfadado y me prohibiría las salidas.
Nos fuimos con las chicas para adentro de la casa y ahí empecé a saludar a la mamá y a la abuela de Loli.
Estuvimos jugando al volleyball y después estuvimos un buen rato en la pileta haciendo nada. Hablamos de lo que hicimos durante el tiempo que no nos vimos. Así me di cuenta que la mayoría de los cumpleaños a los que había ido realmente no estaban invitadas. Después hablamos de las fiestas de quinces que íbamos a tener este año y como se preparaban.
Tati estaba nerviosa faltaban solo seis meses para su fiesta, Anto no tanto, ella estaba mucho más suelta.
Como a las siete de la tarde mi mama me vino a buscar y me tuve que ir para la pizzería. Como no me había secado por completo y me había puesto la ropa encima de la malla, que cuando llegue a la pizzería tenia tenía el pantalón mojado en la parte trasera.
Ni bien llegue, baje del auto, deje mis cosas dentro de la pizzería y luego me fui directo al kiosco. Cuando ya estaba cerca de la puerta tuve que tocar timbre para que me abrieran, me compre unas obleas, un alfajor y unas cuantas gomitas de colores.
Era muy golosa, cada vez que iba me compraba muchísimas cosas ricas. Ya había hablado con Ezequiel sobre el tema cuando tuve el problema de la depresión. Mi autoestima a veces era alta o a veces era baja. Pero realmente no me importaba lo que me dijeran los demás.
Volví a entrar en la pizzería y recién ahí comencé a saludar, primero salude a Ramiro, luego a Chani y por ultimo a Andrés. Ezequiel no estaba porque había dejado de trabajar en la pizzería, se había ido a trabajar a la fábrica de mi papá.
Este día si hubo mucho trabajo, el horno no daba abasto y por eso tenia un montón de pedidos de empanadas atorados. Andrés no me permitía llevarles las bandejas y como no me dejaba las bandejas las tenia que tener en el cuartito de atrás donde yo trabajaba y como cada vez iban entrando mas pedidos eran cada vez más los atorados. Y para todo esto mi hermana a los clientes les daba una demora mínima y por esa razón me apuraba a hacer los pedidos.

El trabajo se calmo llegando un poco a la medianoche, pero seguían entrando pedidos de varias docenas de empanadas. Ya cuando se hicieron las once y media de la noche me pude sentar un ratito. Estaba agotada, había ido y vuelta varias veces, ya estaba harta de ese recorrido.
En ese momento Ramiro pasaba por ahí, y se quedo parado mirándome.
- Podrías ir guardando ¿No? –me pregunto –ya que no estas haciendo nada y así nos podríamos ir mas temprano
- Mira, vos no me vas a decir lo que tengo que hacer. Y por que no lo haces vos yo no me quiero ir, en cambio vos si. –mentí en la ultima parte.
A veces lo odiaba y a veces lo amaba, era muy lindo y usaba un perfume irresistible, me quería ir ya. Siempre a veces con su humor me ponía mal el día.
Cuando nos fuimos de la pizzería llevamos a Chani a la casa y mi papá fue a su fabrica a apagar o encender el refrigerador, luego de la un viaje de media hora mirando hacia la nada, llegue a mi casa. Luego de saludar a mi mamá fui directo a la cocina y me senté en mi silla y no me moví de ahí hasta que tuve ganas de ver una película. Así me quede hasta las cinco de la mañana viendo Dr. House.
La luz me molestaba, aunque tenía los ojos cerrados, se notaba.
El cumpleaños de Loli había pasado, ahora el día de mañana vendría el de Maru, pero primero tenia que vivir el día de hoy. Cada día que pasaba tenia que vivir con dificultades, siempre mi papa tenia que enfrentarse; y así paso.